Si bien lo anterior destaca momentos importantes en la crianza de nuestros hijos para generar un vínculo afectivo, el apego seguro es un proceso que se va construyendo en el día a día, una relación estable y duradera en el tiempo que consiste en la manera que acogemos y contenemos a los niños cuando reflejan algún tipo de malestar, el que no solo se relaciona con el cariño que le entregamos.
Según la psicóloga Isabel Camus, los principios de crianza respetuosa o apego seguro, no son una guía para crianza más fácil, o de niños que nos presenten menos desafíos. Un niño que confía en sí mismo y en sus cuidadores, “es un niño que se expresa libremente, es un niño que pide ayuda de la forma en que le salga, es un niño que dice lo que opina y piensa, es un niño que demanda libremente, porque sabe que sus necesidades pueden ser atendidas o que al menos puede recibir reconocimiento y contención (alguien que nombre y empatice con lo que le pasa y le ofrezca calma desde su propia calma) cuando sus demandas no pueden ser satisfechas”, explica. Es a través de ese proceso que el niño aprende a confiar en sí mismo, a reconocer y regular sus emociones.
Por ende, el apego seguro responde a una necesidad biológica y la relación afectiva más íntima e importante que establecemos los seres humanos, la cual se desarrolla desde el bebé hacia la madre o padre, o en el caso que los primeros no estén presentes en la crianza, la figura de apego también puede ser hacia el cuidador, niñera, entre otros. Es importante destacar que esta relación es desde el niño hacia el padre, y no al revés, puesto que es el niño quien busca protección y somos nosotros los encargados de entregársela, siendo este ejercicio la columna vertebral de su bienestar.
Además, la importancia de este vínculo es de vital importancia, pues radica en cómo se comportará y desarrollará nuestros hijos en el futuro: un niño seguro, con autoestima, confianza en sí mismo, autonomía y efectividad será el reflejo de la calidad afectiva que recibió de sus padres y/o cuidadores.
Lectura entretenida. Felipe Lecannelier, psicólogo clínico e investigador experto en apego, propone en su libro A.M.A.R. una metodología que se basa en cuatro capacidades primordiales: atender, mentalizar, auto mentalizar y regular, para así entregar seguridad emocional a nuestros hijos. El autor explica en el sitio crececontigo.gob.cl de qué se trata cada punto:
- Atención: habilidad básica de atender, contactarse afectivamente y comprometerse con el desarrollo del niño.
- Mentalización: habilidad de saber empatizar y comprender lo que le está ocurriendo a nuestro hijo, tratando de no criticar ni inferir intenciones negativas en el niño. “No poner etiquetas”.
- Auto mentalización: proceso de entender qué nos ocurre como padres cuando los niños expresan cosas negativas. A veces los culpamos de cosas que nos molestan a nosotros.
- Regulación: lo anterior no tiene sentido si es que los niños no nos perciben tranquilos para calmarlos y así disminuya su malestar. El autor destaca que “son muchas las cosas que los padres hacemos que dejan al niño más estresado y molesto. Debemos estar atentos para esforzarnos y mejorar”.
Aprendiendo a ser padres. ¡Muchos hemos pecado de ignorancia! Es verdad. La premisa es, “ningún padre es perfecto”. La buena noticia es que hoy, a diferencia de épocas pasadas, existe más información con relación a estos temas, por lo que tenemos acceso a desmitificar la crianza que nos dieron nuestros padres, o sus padres a ellos. Y es en virtud de esto que debemos aclarar que:
- Nuestros bebés no manipulan a través del llanto, pues este es el lenguaje que manejan para comunicar lo que necesitan.
- Colecho. Nuestros bebés no nacen aprendiendo a estar solos y esperar que sean independientes desde pequeños es un gran error, pues fomentamos su soledad y potenciamos la falta de confianza y cariño hacia nosotros, lo que se traduce en falta de confianza y cariño hacia ellos mismos.
- Los malcriamos cuando los tomamos en brazos cada vez que lloran. ¡Falso! Este simple acto les ayuda a confiar en nosotros y les enseña a manejar sus emociones, se vuelven niños más calmados, puesto que el contacto físico brinda seguridad, alejándolos de problemas afectivos y conductuales.
- Pataletas. Cuando las ignoramos acrecienta más su rabia y frustración generando rencor hacia nosotros.
- Jugar con nuestros hijos genera un apego sano. Aquí la clave es calmarlos y apoyarlos cuando lo necesiten. Sin juzgarlos, retarlos ni caer en las etiquetas.
- Afecto. Cuando somos cariñosos con nuestros hijos les estamos enseñando a confiar, a querer y a comunicarse con otros, así como también a calmarse a sí mismo.
Según Camus, podemos evaluar si estamos entregando la posibilidad de un apego seguro a nuestros hijos a través de la observación de la confianza que muestra el niño en que sus cuidadores podrán satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, observar si en situaciones de estrés, busca la mirada de los cuidadores, se acerca a ellos, los evita o se aleja. Observar si el llanto ante alguna situación estresante logra o no ser calmado por las figuras de apego, sigue o no a sus cuidadores, para todos estos indicadores lo que se busca en un apego seguro es que las respuestas del niño muestren que en sus cuidadores encuentra seguridad.
Asimismo, un niño con un apego menos saludable, no siempre será más caótico tampoco, incluso puede ser mucho más fácil de criar a veces, porque puede que se sobre adapte a la falta de seguridad en su vínculo y así comportarse en gran medida de acuerdo a las necesidades de sus progenitores, sin embargo, tener necesidades emocionales no satisfechas dejará huellas para su salud mental en su adultez.
“Recordemos que venimos de millones de años de historia en la que los niños separados de sus cuidadores corrían peligro inminente. Desde esa historia evolutiva un cerebro infantil para desarrollarse desde la seguridad, viene programado para necesitar la proximidad de los cuidadores principales”, explica la psicóloga. Y agrega, “estudios muestran que niños hasta los 7 u 8 años, experimentan estados aumentados en los niveles de cortisol, al estar separados de sus cuidadores principales por períodos prolongados (+ de 4 horas aproximadamente), posterior a esa edad, empieza a desarrollarse la mente analítica más fuertemente lo que hace que los niños ya puedan transferir de mejor forma la seguridad a cuidadores secundarios, sin necesitar la proximidad física tan frecuente con sus cuidadores principales”.
Por lo tanto, nuestra tarea por estos días es buscar información y asesorarnos para que así nuestros hijos aprendan a confiar en nosotros, puesto que como ya vimos, ser padres emocionalmente presentes les otorga un sinfín de beneficios y herramientas para el futuro: niños seguros, autónomos y que saben confiar si mismos para luego aprender a confiar en los demás. ¡Di sí al apego seguro!